Es tiempo de hacer balance y de mirar hacia el futuro.
Tras sucesivos procesos electorales celebrados en 2019, todos ellos favorables al partido socialista, a principios de año un Gobierno de coalición asumía la dirección del país por vez primera. Un Gobierno progresista liderado por el PSOE y comprometido con un acuerdo programático de gran alcance.
Elaboramos una agenda ambiciosa para afrontar las 4 grandes transformaciones que nuestro país tiene por delante: la transición ecológica que preserve el medio ambiente y la vida; la transición digital que impulse una economía más productiva; la cohesión social que estreche desigualdades sociales; y la plena igualdad de la mujer.
Pero antes de que transcurrieran siquiera los 100 primeros días de gobierno, el coronavirus irrumpió en nuestras vidas y paralizó el planeta entero. Lo urgente se impuso y tuvimos que volcarnos en tomar medidas extraordinarias para afrontar la crisis sanitaria, económica y social provocada por la pandemia.
Activamos el estado de alarma y paramos todo para salvar lo más importante: la salud pública. Gracias a un descomunal esfuerzo colectivo doblegamos la curva de contagios y evitamos el colapso hospitalario. Jamás olvidaremos a los miles y miles de víctimas de esta tragedia, entre ellos buen número de compañeros de militancia, ni tampoco el ejemplo de nuestros sanitarios, investigadores y trabajadores de los servicios esenciales.
El Gobierno de coalición progresista se desvivió para salvar vidas, también para salvar empleos y para salvar empresas. Realizamos la movilización de recursos más voluminosa de nuestra historia. Congelamos casi al completo nuestra economía para frenar los contagios. Desplegamos un escudo social para proteger a los más vulnerables, amparamos con ayudas a los autónomos, asistimos a los trabajadores. Y, antes y también en medio de la conmoción, aún fuimos capaces de acordar y aprobar avances sociales históricos como el Ingreso Mínimo Vital, la subida del salario mínimo o el incremento de las becas.
La situación sanitaria ha mejorado, pero el virus sigue ahí. Hasta disponer de una vacuna tendremos que convivir con él manteniéndolo a raya con responsabilidad personal y respaldando las acciones que impulsan las autoridades sanitarias de nuestras Comunidades Autónomas y que sostiene el Gobierno.
Las economías de todos los países han sufrido el mayor golpe en un siglo. En nuestro caso el impacto ha sido especialmente contundente porque la pandemia ha restringido la movilidad y los contactos personales, justamente dos condiciones clave para el funcionamiento de la industria turística que tiene un peso excepcional en nuestra economía.
Una vez que dejamos atrás los meses de resistencia y confinamiento, iniciamos la reactivación que ya empieza a reflejarse en las cifras de empleo y de actividad económica, Y tenemos por delante la tarea colosal de la reconstrucción de nuestra economía, la recuperación.
Esta crisis es mayor que cualquier otra de la que tengamos memoria. Pero en esta crisis podemos contar con un apoyo que jamás había estado a nuestro alcance en todas las situaciones penosas por las que nuestro país ha atravesado. No estuvo disponible en la postguerra cuando nos vimos excluidos del Plan Marshall por culpa de la dictadura franquista; no estuvo disponible en la Transición, cuando nos salvó la responsabilidad y la unidad que se plasmó en los Pactos de la Moncloa; no estuvo disponible hace diez años cuando todo el sacrificio recayó sobre los trabajadores y las clases medias. Esta vez se rompió esa maldición histórica: España es parte de Europa y como tal reclamamos un nuevo Plan Marshall. Y la Unión Europea ha estado a la altura y ha aprobado un Fondo de Recuperación sin precedentes que aportará a España 140.000 millones de euros a lo largo de los próximos 6 años para amparar a los más golpeados por la crisis y para reconstruir y transformar nuestra economía haciéndola más verde, más digital y más justa.
Necesitamos otra vez, eso sí, unidad. La misma que tejimos desde los balcones durante el confinamiento; la misma que alcanzamos gobiernos diferentes y aún opuestos en el gran acuerdo europeo. Y los socialistas trabajaremos por alcanzar esa unidad con todas las fuerzas políticas dispuestas a arrimar el hombro para aprobar los presupuestos de la recuperación.
Y necesitamos además instituciones robustas. Dotadas de la fuerza que procede de la ejemplaridad. Por eso, ante las noticias sobre presuntas conductas reprobables del anterior jefe del Estado nuestra respuesta ha sido clara:
– Nadie puede sustraerse a la transparencia de los medios informativos, ni a la acción de los tribunales. Todo responsable público debe rendir cuentas de su conducta y así sucederá sin excepciones. Ahora bien, una conducta irregular compromete a su responsable, no a la institución. Este principio afecta a los agentes sociales, a los partidos, a los gobiernos autonómicos, al propio gobierno de la nación. No se juzga a las instituciones, se juzga a las personas.
– El PSOE se siente plenamente comprometido con el pacto constitucional en todos sus términos y extremos. La Constitución no fue una cesión ni una concesión. El peor error que podemos cometer es regalar a los conservadores la exclusividad del legado constitucional. La Constitución fue una conquista alcanzada con la lucha y el sufrimiento de los demócratas antifascistas. Como partido fuimos arquitectos de una Constitución que propició una de las 20 mejores democracias del mundo y dejó atrás una dictadura cruel e indigna con su rastro de infamia y dolor que nos seguiremos empeñando en reparar. Nuestra Constitución ampara derechos sociales amplios que invocamos y que queremos extender y hacer efectivos. Y reconoce y ampara la pluralidad territorial de las nacionalidades y regiones que componen España. La monarquía parlamentaria es un elemento de ese pacto, no todo el pacto. Todo el pacto es la Constitución y no se puede trocear y seleccionar a capricho. Somos leales a la Constitución; a toda, de principio a fin. Y la defenderemos a las duras y a las maduras.
Tal como expliqué precisamente en el debate de investidura, los socialistas formamos parte de un partido que tiene ya 140 años de vida. Nació cuando en España solo tenía derecho al voto el 3% de la población porque para ejercer ese derecho se requería en primer lugar ser hombre y en segundo lugar ser una persona pudiente. Integramos un Partido que nació sin otro apoyo que el de dos docenas de trabajadores y profesionales que aportaban cada mes 50 céntimos de su salario para su sostenimiento.
En las elecciones que se celebraron hace 140 años, el PSOE no obtuvo ningún representante. Ni uno sólo. Y, sin embargo, un siglo después, al restablecerse la democracia, ha gobernado España en más de la mitad de las últimas cuatro décadas.
Somos un partido que ha predicado en el desierto hasta extender su organización y su influencia a todos los rincones de España; que ha sobrevivido a la persecución y al exilio. Un partido que no se rinde; que no desfallece. Un partido, señalé, que ha conocido todo tipo de situaciones y las ha encarado todas con ánimo de superación.
España, que tiene tras de sí una historia tortuosa y convulsa, se ve sacudida de nuevo por una crisis sanitaria colosal que nos ha situado a las puertas de otra crisis económica y social de grandes proporciones. Nos corresponde una vez más a los y las socialistas la responsabilidad de dirigir el país en una situación muy grave. Necesitaremos toda la responsabilidad y todo el esfuerzo de todos y todas para estar a la altura. Desde las Casas del Pueblo y desde los Parlamentos; desde las organizaciones cívicas y también desde las instituciones que gobernamos.
Sabemos cómo hacerlo. Seguiremos trabajando con los mismos principios que nos han guiado: defenderemos las instituciones de nuestra Constitución democrática esforzándonos por dotarlas de la máxima ejemplaridad; buscaremos la unidad y el máximo acuerdo frente a la división; y velaremos para que prevalezca la justicia social y nadie quede atrás, abandonado a su suerte.